La insistencia hace que podamos traerte este palacio abandonado, ya que la primera vez que fuimos a visitar el palacio, nos fue completamente imposible acceder a su interior.
Fue muy frustrante, ya que hicimos un largo viaje hasta la ubicación, y una buena caminata hasta que tuvimos ante nosotros la majestuosa e impactante estructura de esta construcción que respira historia por todos los costados.
Según la información que teníamos, había una ventana abierta, sin embargo, nos topamos con una placa de acero que nos cortó el paso. Tras un reconocimiento general del resto de puertas y ventanas, nada … ningún resquicio por el que disfrutar de su interior y vivir en primera persona su historia.
Marchamos. Decaídos, pero marchamos.
Meses más tarde, pasamos cerca buscando nuevos sitios que visitar, así que decidimos probar suerte. Quién sabe, igual la fortuna nos sonreía en esta ocasión.
Ya conocíamos el lugar, así que decidimos aparcar en una población cercana e ir caminando, siguiendo los mismos pasos de la primera visita.
A pesar de no ser la primera vez que veíamos el palacio, cuando volvimos a tenerlo ante nosotros, no pudimos evitar que se nos pusiera la piel de gallina. Es como si la historia hubiera dejado un halo de energía que nos invadía sólo por estar allí.
Nos lanzamos a revisar puertas y ventanas, práctica habitual. Nada. Parecía que íbamos a fracasar de nuevo. Cuando íbamos a desistir, probamos una última puerta antigua en la que teníamos que presionar un pestillo sobre la manecilla para que ésta girase, y ante nuestra sorpresa, la maneta giró … y la puerta se abrió.
Ese clic sonó a magia.
La adrenalina se nos puso a tope. El pulso se aceleró. Comenzaron a pasar pensamientos por la cabeza a 1000 por hora … ¿Nos llevaría ese acceso al interior del palacio, o sería sólo un almacén sin más?
Recorrimos un estrecho pasillo lleno de trastos, con un intenso olor a polvo y humedad, en penumbra, buscando alguna otra puerta que nos llevase a nuestro destino deseado.
Y allí estaba.
Una segunda puerta.
Se abrió.
Y comenzamos a soñar.
Ahora es tu turno, sueña con nosotros, disfruta del viaje, porque esto es para ti.
Estás viendo un lugar con más de 800 años de historia, nos tenemos que remontar al siglo XIII para tener las primeras referencias documentadas no sólo del palacio que en su día era una fortificación defensiva, sino también de la familia que lo habitó.
Vamos a visitar estancias de otra época y caminar por pasillos que han visto el discurrir de una familia noble que ostentó un gran poder. Su linaje se perpetuó a lo largo de varios siglos, siempre al lado de distintos monarcas franceses que marcaron profundamente la historia dentro y fuera de sus fronteras.
Lujo, intrigas y poder impregnan cada rincón de este lugar donde llegaron a vivir mosqueteros. Sí, mosqueteros, aunque no esos entrañables espadachines liderados por D’Artacán que algunos recordaremos de nuestra infancia, sino el cuerpo especial de Mosqueteros Franceses, unidad de élite de la Guardia Real creada por Luis XIII en el siglo XVII que destacó por su habilidad con el mosquete, una poderosa arma de fuego con la que también se podría realizar el más reconocible combate cuerpo a cuerpo con la espada.
Sólo la fortuna, o mala fortuna, según se mire, hizo que en este lugar existieran dos linajes familiares distintos, el de la familia fundadora, y un segundo apellido que se impuso al contraer matrimonio con la última heredera viva que tuvo que ceder su apellido por el de su marido, comenzando así la nueva línea familiar.
La unión de estos dos linajes tuvo como fruto un heredero cuya relevancia supuso un antes y después en la familia, llevando su estatus a un nivel superior, ya que además de ser el primer aguerrido mosquetero de la guardia real, recibió el título de Barón.
Así pues, la historia del palacio se divide en dos claras etapas diferenciadas, de familia adinerada y creciente en influencias desde el siglo XIII hasta el siglo XVII, y el ascenso a la nobleza francesa a partir de entonces, coincidiendo con el cambio de linaje.
Por más sitios que visitamos, nunca deja de sorprendernos lo que la historia nos enseña, y no me refiero solo a nivel estrictamente histórico, que también, sino en un campo mucho más terrenal, en el ámbito de la vida misma, de las ilusiones, las tristezas, las emociones, los traiciones, las luchas, el dinero.
A veces nos sentamos en una silla, bueno, digamos silla porque son cuatro patas con un asiento y un respaldo, aunque bien podríamos llamarla obra de arte.
Miramos alrededor.
Observamos.
Cerramos los ojos.
Escuchamos.
Te va a parecer una locura, pero en ciertos momentos podemos visualizar en nuestra imaginación a los habitantes paseando por las estancias, sentados tomando té, hablando de los designios que les había deparado la vida, tomando decisiones que afectan a miles de personas, o simplemente hablando discretamente de intimidades no aptas para todos los públicos.
¿No te pasa lo mismo?
Al final, todas estas personas que recreamos en nuestra mente, y cuya vida podemos conocer por los libros de historia, o más bien por la Wikipedia, ya no están.
Lo que un día fue de una relevancia sin precedentes, hoy a casi nadie le importa. Somos lo que somos por nuestro pasado, pero nuestro pasado ya no existe, y nuestro futuro es incierto, así que vivamos el presente, es lo único que tenemos.
En el siguiente vídeo, te contaré cómo evolucionó la historia de este lugar a partir del siglo XVIII, donde el destino de los habitantes de esta casa y la realeza fue de la mano, resistiendo grandes envistes, pero cayendo al final, igual que lo hizo la monarquía.
No elegimos cuándo ni dónde nacemos. No elegimos nuestra condición social. Es más, a veces, ni tan solo elegimos cómo vivir, la propia vida lo hace por nosotros según sus imprevisibles caprichos más o menos crueles.
Hay quienes tenemos la fortuna de caer en un lugar desarrollado y no sin esfuerzo, transitar por la vida sin carencias destacables. Luchamos día a día por salir adelante y exprimir gotas de felicidad entre batalla y batalla para sortear las dificultades que se nos van presentando, normalmente, sin buscarlas.
También hay quién nace en una casa noble, económicamente acomodada, con buena posición social y, aparentemente, con la vida resulta. Seguramente habrá casos así, pero eso no evitará que a cualquiera de nosotros, independientemente de nuestra cuna, el tiempo escape de nuestras manos como arena entre los dedos.
La misma historia nos da grandes lecciones de vida, sólo tenemos que prestar un poco de atención, abrir la mente, y escuchar lo que nos dice. Todas las lecciones están escritas.
Si no me crees, escucha la historia de Brigitte que te voy a contar mientras recorremos la planta superior de este espectacular palacio. Si no has visto la primera parte, te invito a hacerlo cuando acabe este vídeo, te aseguro que no te dejará indiferente.
Brigitte se levantaba temprano para ver salir el sol desde su ventana. Había repetido esta rutina durante años y aunque el sol brillaba con fuerza, Brigitte no podía evitar sentir el peso de los años en sus hombros y sentirse triste por todo lo que había perdido, incluyendo su juventud y vitalidad.
A pesar de pertenecer a una familia noble, el tiempo les castigaba igual que al resto de mortales. Ahora que le rondaba la muerte, veía claramente que ni todo el dinero del mundo podía comprar aquello que anhelaba, seguir siendo joven y bella.
La melancolía invadía sus pensamientos, se sentía una mera espectadora de su propia existencia. La fortuna familiar le había dado una buena vida, pero también una gran responsabilidad para conservar su linaje a lo largo del siglo XX mientras mantenía la memoria histórica de su familia.
No dejaba de sorprenderle que en el siglo XVII bajo el reinado de Luis XIII habían nombrado barón y mosquetero real a uno de sus antepasados, comenzando así el ascenso social en el que se encuentra.
Durante el siglo XVIII compartieron notoriedad social y política con otra familia poderosa de la zona, los Beaupoil, cuya influencia fue tal, que sus retratos familiares acabaron acompañando a los de su linaje y los reyes de Francia de la época, la triada de “Luises”, es decir, Luis XIV, XV y XVI.
Las cosas marchaban viento en popa, de hecho, los antepasados Brigette promovieron una gran reforma del palacio para convertirlo en una corte clásica, pero por algún motivo que no conocemos, nunca se llevó a cabo.
Tiempos felices que pronto se tornaron difíciles.
Brigitte no vivió la Revolución Francesa, la separaban dos siglos de esa brutal época, pero conocía bien la historia, era parte de su formación como miembro de la nobleza.
Tanto su familia como los todopoderosos Beaupoil se mantuvieron fieles a la monarquía a pesar del riesgo que eso suponía para sus vidas.
Sobrevivieron y su fidelidad fue recompensada.
Cuando se produjo la restauración de la monarquía tras la caída de Napoleón Bonaparte, volvieron a ocupar cargos importantes bajo los mandatos de los hermanos Luis XVIII y Carlos X, último rey borbón y último rey en tener ceremonia de coronación en Francia.
Su familia fue astuta, no perdió su relevancia a lo largo del complejo panorama político que le deparaba a Francia durante los siguientes siglos, donde las luchas de poder y los cambios de régimen fueron notables.
Llegado el siglo XIX, bajo la tercera República Francesa, el país entró en un periodo de expansión basado en el colonialismo, particularmente en África. Brigitte recuerda con afecto a su familiar que fue un afamado explorador al servicio del gobierno en territorio africano. Sus exploraciones formaban parte del conocimiento que necesitaba el país para continuar su extensión por la zona. Allí coincidió con un militar que posteriormente sería ministro de guerra de Francia durante la Primera Guerra Mundial.
Cuando el explorador regresó a Francia, realizó una importante reforma en el palacio ya entrado el siglo XX, dejándolo como lo estamos viendo, un maravilloso enclave en el que creció Brigitte, y en el que espera que sus días en este mundo, acaben para siempre.
La historia de Brigitte finaliza sobre 1965, cuando deja este mundo, seguramente mirando por la ventana los rayos del sol que tanto observó a lo largo de su vida.
En este punto, perdemos el rastro histórico del palacio, no sabemos exactamente porqué marcharon los herederos. Sí, has escuchado bien, herederos.
El linaje de Brigitte continúa vivo y mantiene la propiedad del palacio, aunque no residen en él, y según hemos podido observar, por algún motivo, tampoco se han ocupado de su cuidado.
Los propietarios han tomado medidas para que el palacio quede completamente cerrado e inaccesible para cualquiera que no pertenezca a la familia o cuente con su permiso, sin embargo, no se han emprendido obras de restauración para recuperar esta joya histórica.
Disfruta de la vida independientemente de tu posición social, de tu dinero y de tu entorno, porque al final, todos vamos a parar al mismo lugar, la historia no deja de repetirlo, sino, que le pregunten a Brigitte.
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