Espectacular mansión abandonada intacta del Legionario

Mansión abandonada d eun militar en Francia

Exploramos una espectacular mansión palaciega abandonada que perteneció a un médico muy conocido en su región. Encontramos material médico antiguo en perfecto estado de conservación y algunas radiografías. Por si fuera poco, la casa cuenta con dos preciosos pianos.

Debemos remontarnos a inicios del siglo pasado para conocer los orígenes de este lugarsituado en un pequeño e interesante pueblo de apenas 600 habitantes.

Nos impresionó el exquisito gusto de la familia para la decoración de la mansión, una familia con una gran vertiente artística, tanto en la pintura, como en la música. No hay que obviar la fantástica colección de vajilla de porcelana.

El 20 de marzo de 1912, se escuchó el primer llanto de Jules. Tímidas lágrimas asomaban en sus ojos mientras sus pulmones se llenaban de aire. 

Sin ser consciente de lo que pasaba, acababa de sufrir su primer gran shock, salir del vientre materno para ver por primera vez el mundo. Su historia acababa de comenzar.

No tenemos constancia de si  Jules creció en el pequeño pueblo de apenas 500 habitantes en el que pasó gran parte de su vida adulta, pero allí creo su propia familia en un ambiente aparentemente amable y acomodado.

Las primeras décadas del siglo pasado fueron duras. Muy duras. La gripe española de 1918, la primera guerra mundial y el crack del 29 entre otros, azotaron el mundo de distintas formas.

Quizá la dureza de la vida, influencia familiar, o cualquier otro motivo que probablemente nunca sepamos, impulsaron a Jules a alistarse en la legión, un cuerpo de élite fundamental en la política colonial durante el siglo 19 y que tuvo un papel muy activo en la Segunda Guerra Mundial, guerra en la que muy posiblemente luchase.

De bien seguro que durante su carrera militar, aquellas tímidas lágrimas que asomaban en sus ojos al nacer, cayeron a borbotones ante la visión de los horrores a los que tuvo que enfrentarse.

A pesar de todo, no descuidó su hogar, una exquisita mansión delicadamente decorada hasta el más mínimo detalle, y con distintos elementos como fotografías, bocetos, pinturas y un increíble piano que denotan una gran sensibilidad por actividades artísticas, actividades que también complementa con la navegación y la equitación.

Jules contrajo matrimonio y tuvieron por lo menos dos hijos que crecieron en un peculiar entorno con un alto contraste entre el ambiente militar y el arte.

Los años fueron pasando. En 1977, el efímero tiempo que nos es concedido, finalizó para Jules, llevándo con él las vivencias que tenía impresas en su mente, dejando paso a la siguiente generación que continuó con su propia lucha por tirar adelante en esta casa.

11 de abril de 1970.

Romona y Remón jugaban distraídamente en el jardín. Sus risas se escuchaban desde el despacho de Jules que, de repente salió del ensimismamiento en el que le tenía sumido su trabajo.

Giró la mirada hacia la ventana y observó cómo la atravesaban unos rayos de sol, lo que le proporcionó una gran sensación de calidez. 

Sus hijos rieron nuevamente con fuerza. Ya eran prácticamente unos adolescentes,  aunque para él, siempre serían sus pequeños.

Suspiró. Sonrió. Era feliz.

Los años pasaron. El idílico mundo en el que vivían Ramona y Remón se vio truncado en 1977, cuando Jules les dejó. Sus vidas habían cambiado para siempre, la crueldad de la realidad les asestó un golpe demoledor.

Remón no consiguió sobrellevar su carga emocional dentro de la magnífica mansión donde tanto amor había recibido y tantas lecciones vitales había aprendido, así que decidió marchar y probar suerte en otro lugar.

Ramona, sin embargo, había echado raíces. Por un lado, no quería separarse de su madre, y por otro, mantenía una relación sentimental que le había devuelto la ilusión de vivir.

La mansión de Jules volvió a llenarse de luz. Ramona y su marido tuvieron dos hijos que devolvieron la alegría a la casa. Continuaron disfrutando Del Mar, de las vacaciones en la costa y de la música. Incluso de vez en cuando, tenían noticias de Remón.

Sin embargo, no todo era color de rosa. En un pequeño pueblo dedicado fundamentalmente al cultivo, no había cabida para según qué tipo de actividades, así que el marido de Ramona trató de buscarse la vida cómo pudo, trabajando inicialmente por cuenta ajena, para montar un negocio propio a finales de los 80 que no prosperó, debiendo cerrar la persiana en poco más de un año de actividad.

Mes a mes, año a año, llegó el 2005, otra fatídica fecha en la historia de la mansión. El marido de Ramona falleció repentinamente con apenas 50 años, un revés que ya no pudieron soportar.

No hemos encontrado documentación posterior a la primera década de este siglo, así que suponemos que no tardarían en marchar del lugar, dejando la mansión de Jules sumida en el más absoluto silencio.

Ya no se escucha el llanto de bebés. Ya no se oye a los niños reír por el jardín. Ya no hay conversaciones trasnochadas en las noches de verano. Ya no se cocina en los fogones para juntar la familia los domingos. La mansión de Jules, quedó congelada en el tiempo, probablemente para siempre. O no, quién sabe.

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