Los insectos nos devoran

El diario de viaje

Llevabamos un día de exploración intensa, muy intensa.

Habíamos visitado algunos abandonos de la hostia y nos quedaba una última ubicación por comprobar, no sabíamos si tendríamos éxito o no, como es habitual, así que ni cortos ni perezosos, nos pusimos manos a la obra.

Cuando llegamos al destino, estaba anocheciendo. El paisaje molaba mucho: un pequeño pueblo pintoresco, un precioso lago en el que se reflejaban algunas casas, un bosque que arrancaba motores para salir a pescar, y una tonalidad anarajanda, al más puro estilo de El Encanto Del Pasado que invadía todo el entorno.

Ya vez, bonito, bonito, pero bonito.

¿He dicho bonito?

Pues eso.

No tardamos en llegar al abandono, un antiguo palacio del siglo pasado rodeado por un muro de media altura, fácil de franquear, tras el que había lo que en su momento fuera un enorme jardín, jardín que ahora se había convertido en una selva urbana.

Miramos a derecha, izquierda, arriba, abajo, al centro … y p’adentro.

Allí estabamos, en la selva urbana, rodeados de maleza, arbustos, zarzas, follaje de todo tipo y, una sorpresa inesperada.

Iniciamos nuestra caminata hacia el palacio con la tenue luz de una lienterna, y de repente … zas … estábamos literalmente rodeados de mosquitos.

Y cuando digo rodeados de mosquitos, no me refiero a 10 o 12 … No … Se podían contar por centenas, aunque esto no lo podemos asegurar porque no nos paramos a contabilizarlos uno a uno.

Por unos instantes, creíamos que íbamos a ser devorados por una plaga de bicharracos voladores y que de nosotros, sólo quedarían unos huesecillos esparcidos por el suelo.

El miedo nos hizo apretar el culo y comenzar a correr despavoridos para el palacio mientras la plaga de bicharracos nos perseguía sin tregua.

¿Sabes qué?

Nos salvamos. Llegamos al palacio, la puerta estaba abierta … ¡Aleluya! no tardamos ni tres segundos en lanzarnos a su interior y cerrarla, lo que provocó una curiosa imagen, nosotros tras una preciosa cristalera observando a nuestros devoradores agolpados al otro lado.

Jodeos mosquitos, os habéis quedado sin cena.

¿Mereció la pena?

Te dejo decidirlo a tí.

Por cierto, ya que estamos, te dejo nuestro último vídeo, la casa de los okuopas. Sí, como lo lees, una casa okupada a la que nos aventuramos a acercarnos. Lo que nos encontramos allí lo puedes ver en YouTube.

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