¿A quién no le gustan los ponis?
Bueno, no lo sé, habrá a quién le cause grima este animal, no es mi caso, pero no es raro, adoro los animales, ¿tu también?
Pues verás.
En el último viaje caso me ca-go encima con un poni.
Si, tal cual lo lees.
Estábamos entrando en una casa abandonada. Todo iba bien. Nadie nos había visto. La puerta del granero que daba acceso estaba cogida con un hálito de tela que más que cerrar el recinto parecía aguantar las puertas de pie.
Vamos, todo redondo, así que nos lanzamos al interior de la casa con una felicidad supina, y de repente …
Una sombra.
Una sombra enorme.
Una sombra enorme con ojos.
Una pu-ta sombra enorme con ojos mirándome.
Me quedé inmóvil. No fue un hecho consciente, simplemente es que me ca-ge de miedo, básicamente porque de entrada, no sabía que era un poni, más bien me parecía el monstruo de las nieve.
Cuando se me acostumbró la vista a la oscuridad, vi la silueta del poni mirándome fijamente como si estuviéramos jugando a ver quién parpadea primero.
La cabeza comenzó a darme vueltas … ¿y si paso por su lado y me da una coz? ¿y si arranca a correr y me enviste como un toro? por cierto … ¿hacen esto los ponis? Ni idea, pero en aquel momento pensé que podía hasta devorarme.
Si todavía no has visto el vídeo de la casa del poni, te invito a hacerlo.
Ah!
Esta no ha sido el único mal rollo con los animales … otro día te cuento lo de los cerdos.