En marzo de este año, Netflix estrebana una producción realizada en España, Sky Rojo:
Chulos rancios.
Barriobajeros y ricachones pervertidos.
Mujeres obligadas a tener sexo y sufrir vejaciones a cambio de cuatro duros y la promesa de una vida mejor que nunca llega.
En fin, un clásico del género putero.
La serie es entretenida. Sin pretensiones.
(no hay spoilers, puedes seguir leyendo).
Resulta que tres mujeres (no me gusta el término put*s) se escapan del yugo del dueño de un club, una escoria humana de manual.
Emprenden una huida y posterior venganza contra aquellos que las obligaban a humillarse ante los caprichos de los clientes del club … más escoria humana de manual.
Drama, drogas, acción, tiroteos … acción rápida y entretenimiento al más puro estilo Netflix.
Si eres de mirar un poco más allá y te adentras en los personajes, podrás descubrir dramas personales de esos que dejan mella para toda la vida: familias desestructuradas, extorsiones, violencia gratuita, adicciones para soportar el día a día y mucho más.
Jodido, ¿verdad?
Suerte que es una serie.
Bien.
Ahora piensa que no es una serie.
Piensa que es la vida real.
Piensa en un proxeneta repugnante que lleva chicas a su club para extorsionarlas a cambio de cama, comida y un mundo feliz no conocerán.
Piensa que algunas de esas chicas son menores de edad.
Piensa en lo que deben hacer esas chicas con la mente destrozada para satisfacer a un cerdo que engaña a su mujer para dar rienda suelta a sus fantasías más asquerosas.
Jodido, ¿verdad?
Jodido de narices.
Verás.
Hace 10 años, la policía desarticuló una red de trata de blancas formada por personas de diferentes nacionalidades que tenían montando un chiringuito en el que traían a chicas de países del este engañadas y las obligaban a prostituirse para pagar su deuda.
Entre estas chicas, habían menores de edad, y hasta una discapacitada.
Estas chicas, estaban en varios clubs.
Todos ellos, fueron cerrados y la red fue desarticulada.
Bien.
El el último vídeo, sin conocer toda esta truculenta historia, visitamos un prostibulo abandonado. Posteriormente, conocimos toda la historia que tenía detrás.
Se nos pusieron los pelos de punta.