Decadente casa portuguesa abandonada de los Sosa

La casa abandonada de los Sosa en Portugal

Exploramos una entrañable casa abandonada situada en Portugal. La familia vivió a caballo entre su país y Brasil hasta que marcharon dejando la casa con todo dentro.

Visitamos una casa solitaria, en medio de una zona boscosa que fue abandonada hace muchos años. 

Las paredes estaban desgastadas por el implacable paso del tiempo. El techo había perdido muchas de sus tejas y algunas ventanas rotas dejaban que las inclemencias del tiempo penetrasen en el lugar a su antojo. 

Las plantas crecían alrededor de la casa, algunas incluso se atrevían a invadir su interior y descansar cómodamente en sus aposentos sin que nadie se atreviera a levantarles la voz.

Nos acercamos a la puerta principal, que estaba aparentemente cerrada. Miramos a través de una ventana rota y vimos que el interior de la casa estaba solitario, decadente y lleno de polvo.

Nos sorprendió que la puerta se abriera con un suave empujón, como si el destino hubiera dejado aquella puerta entornada expresamente para que pudiéramos adentrarnos en su interior y transportarnos a otra época durante unas horas.

A  pesar del desorden y la decadencia, la casa tenía una extraña belleza. Nos encantó el hecho de que la naturaleza hubiera tomado posesión de ella, y que la casa se estuviera convirtiendo en parte del bosque. 

Comenzamos a imaginar cómo sería haber vivido allí, y tu vas a imaginarlo con nosotros.

Acompáñanos a visitar la casa de los Sosa.

Los Sosa era un matrimonio del norte de Portugal que había nacido a inicios del siglo XX. A pesar de que no se sabe con certeza a qué se dedicaban, parece ser que el marido tenía un buen trabajo relacionado con la producción o distribución de medicina y era una personalidad relevante en su comunidad.

Sosa y su esposa eran un matrimonio muy apegado a sus raíces y costumbres, sin embargo, en 1945, se lanzaron a comprar cuatro casas anexas en Brasil, posiblemente como inversión para complementar sus ingresos, o incluso para estar en alguna de ellas a temporadas mientras promovía sus negocios.

El matrimonio realizó el primero de muchos viajes a Brasil para conocer sus nuevas propiedades situadas en Manaos, capital del estado de Amazonas, uno de los principales centros financieros y empresariales del norte del país, donde conocieron de primera mano las edificaciones que se construyeron sobre 1910.

Poco después, volvieron a su casa en Portugal, residencia habitual que a pesar de sus viajes nunca dejaron ya que es donde formaron su familia, familia que en apariencia, y a raíz de lo que vemos, no se hicieron cargo de la casa.

A pesar del trabajo y los viajes a Brasil, los Sosa no renunciaron a tener descendencia. Tuvieron dos hijos, un niño y una niña, quienes crecieron junto a ellos en el norte de Portugal.

Sin embargo, la felicidad familiar se vio truncada cuando el Sr. Sosa falleció, dejando a su esposa viuda antes de la década de los 70. A pesar de la pérdida, la Sra. Sosa se mantuvo fuerte y continuó haciendo viajes regulares a Brasil donde pasaba algunas temporadas, hasta la década de los 80, fecha en la que caducó su pasaporte y en la que perdemos el rastro documental de la familia.

Durante esos años, la señora Sosa mantenía las casas en buen estado y se encargaba de los trámites necesarios para mantener la propiedad en regla.

No sabemos con certeza qué pasó con los hijos de la familia, de hecho, ni tan siquiera sabemos si tuvieron nietos, ya que no hemos visto fotos recientes que lo puedan atestiguar.

Debido a la falta de documentación a partir de los 80, deducimos que la Sra. Sosa murió en esa misma década siendo octogenaria.

No sabemos por qué los hijos no se han hecho cargo de la casa, incluso bien podría ser que ni tan siquiera estén en Portugal y hayan marchado a Brasil para continuar con las actividades que sus padres con tanto esfuerzo construyeron.

La historia de los Sosa es una muestra más de lo efímera que es la vida y de lo incierto que puede ser nuestro futuro. 

A pesar de haber tenido una vida próspera y de haber acumulado bienes materiales, al final, estos enseres no nos acompañan en nuestro viaje a donde quiera que vayamos, quedando en manos de los caprichos del tiempo.

La historia de la familia Sosa nos recuerda la importancia de vivir plenamente cada momento y de ser una presencia positiva en nuestro entorno más cercano. 

Aunque no sepamos qué nos depara el futuro, podemos estar seguros de que nuestras acciones y relaciones con nuestros seres queridos, tendrán un impacto duradero en aquellos que nos sobrevivan.

Cuando nos recuerden, que nos recuerden con cariño. En nuestras manos está que esto sea así.

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