Nos situamos en la España agraria de inicios del siglo XVII para conocer las primeras referencias documentadas a la familia propietaria de los terrenos donde se encuentra esta casa abandonada, a quién llamaremos, los Amat.
Más de 400 años de historia conocida, que se dice rápido, un hecho que entra en cierta contradicción con las imágenes que estamos viendo, ya que este lugar tiene una apariencia mucho más moderna, pero tiene su explicación, y la vas a conocer.
En aquellos años remotos que tan lejanos suenan, era habitual la emigración local entre comunidades muy distantes dentro del mismo país en busca de trabajo. Muchos eran los que se aventuraban solos en ese viaje esperando un futuro más prometedor que el que iban a tener en su propia tierra, algo no muy distinto a lo que ocurre en nuestro tiempo, ¿curioso verdad?
Si algo nos enseña la historia, es que estamos condenados a repetirla, por mucho que cambiemos las formas, el fondo es el mismo.
Bien. Era frecuente el trabajo de jornalero del campo. Había grandes terratenientes que contaban incluso con casas adosadas a la vivienda principal donde dormían sus trabajadores a temporadas, incluso los más poderosos, tenían jornaleros fijos todo el año.
Cuando un trabajador del campo no tenía la suerte de estar en una gran casona permanentemente, los jornaleros tenían que buscarse la vida para dormir en posadas que costeaban con mucho esfuerzo. Las palabras días de descanso, vacaciones y derivados, era una quimera. Este era el caso de los Amat.
Su esfuerzo mereció la pena.
Los Amat fueron acumulando monedas como si de granos de arena se tratase. Grano a grano, se fue haciendo una pequeña montaña, que con mucho esfuerzo, creció modestamente, pero firme
Cuando el montículo de monedas fue lo suficientemente significativo como para comprar sus propias tierras, no se lo pensaron dos veces y se hicieron con un campo de cultivo en el que construyeron una sencilla casa con su propio granero, como estaba mandado en la época, ya que tenían que almacenar, en este caso, uva y tener algunos animales que irían comprando poco a poco.
Y así, fueron pasando las generaciones, siguiendo todas ellas la tradición familiar de cultivar la vid, viviendo en la misma humilde construcción que crearon con tanto esfuerzo aquellos primeros Amat. Nunca llegaron a hacerse ricos, simplemente iban sobreviviendo, que no es poco.
Durante 300 años y cuatro generaciones, se mantuvo todo tal cual, no sin pasar por momentos difíciles y conflictos familiares por las propiedades entre los distintos herederos, hechos que nunca llegaron a romper la línea sucesoria de los Amat.
Sin embargo, a inicios del siglo XX, algo pasó que cambiaría esto para siempre.
Los herederos Amat al cargo de la finca, tenían otras aspiraciones en la vida más allá del cultivo del campo, así que decidieron poner fin a la tradición que les precedía y pusieron el caserón y los campos a la venta.
No tardaron mucho en conseguir su objetivo, una nueva familia, los Rigol, otra familia con tradición agrícola, se hicieron con las propiedades a inicios del siglo XX para extender sus terrenos y obtener más zonas de cultivo.
El poderío económico de los Rigol era mayor que el de los Amat, así que decidieron ampliar la casa que construyeron e instalarse en ella cómodamente, les resultaba más productivo estar en la nueva propiedad que en su vivienda anterior a la compra.
Los Rigol tenían una edad avanzada se lanzaron a la aventura de ampliar su patrimonio, no tardaron en fallecer sin haber disfrutado mucho de su nueva adquisición, pero sí lo hizo su descendiente y único heredero, que junto con su mujer y su hija mantuvieron su residencia en esta casa.
Sobre 1950, los Rigol volvieron a ampliar el caserón, aprovechando para hacer una cierta modernización de las estancias, dejándolas con el aspecto que vemos en este vídeo. Quién iba a pensar en aquel momento que tanto esfuerzo no pasaría de la siguiente generación
Nos estamos acercando al final de la vida de este lugar, que coincide con el final de la vida de los propietarios y sus descendientes.
No hace falta ser muy avispado para entender lo que te acabo de decir, ¿verdad?
Efectivamente, el matrimonio que tanto mimo y cariño había dedicado la casa, incluso reformándola a mediados del siglo pasado para ponerla guapetona, marchó de este mundo dejando la propiedad a su hija que se fue con sus padres antes de lo que debería tocarle, allá por el 2012, siendo la última propietaria conocida.
En 2012, se cerraron las puertas de este caserón, y con ellas se cerró también una historia que comenzó hace más de 400 años con los Amat.
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