En el frío invierno de 1560, la noble familia Báthory celebró el nacimiento de una niña que estaba destinada a ser conocida en todo el mundo, pero no por su linaje, sino por sus supuestas atrocidades. Erzsébet Báthory, quien creció rodeada de riquezas y privilegios, se convertiría con el tiempo en la protagonista de uno de los relatos más espeluznantes de la historia europea. Sin embargo, ¿qué llevó a esta joven de prominente apellido a ser recordada como la Condesa Sangrienta?
Erzsébet era una mujer de gran inteligencia y educación, algo inusual para las mujeres de su época. Se dice que hablaba varios idiomas, y que poseía un conocimiento extenso de alquimia y medicina. Pero, a medida que se adentraba en la adultez, comenzaron a surgir rumores oscuros alrededor de su castillo en Csejte, situado en la actual Eslovaquia. Historias de jóvenes doncellas que desaparecían y de gritos que se escuchaban desde las torres en medio de la noche. Nadie podía decir con certeza qué sucedía, pero la sombra de la sospecha se extendía inexorablemente sobre la figura de la condesa.
La búsqueda de la eterna juventud: mito o realidad
La leyenda que más ha perdurado sobre Erzsébet Báthory es la que la describe como una mujer obsesionada con la belleza y la juventud. Se decía que había comenzado a torturar y asesinar a jóvenes doncellas, drenando su sangre y bañándose en ella para mantener su apariencia joven. Los detalles de estos relatos, sin embargo, se entremezclan con la superstición y la fantasía. Algunas versiones cuentan que, tras ver a una de sus sirvientas peinándola y tirar de su cabello por accidente, Erzsébet le dio una bofetada tan fuerte que la sangre de la joven le salpicó la mano. Fascinada por el supuesto «efecto rejuvenecedor» de la sangre en su piel, la condesa decidió embarcarse en una senda de horror que costó la vida a innumerables muchachas.
¿Pero fue esto realmente así?
Los documentos históricos no ofrecen pruebas concluyentes sobre la veracidad de estos ritos macabros. A lo largo de su vida, Erzsébet fue acusada de secuestrar a jóvenes campesinas con la promesa de trabajo en su castillo, donde luego desaparecían sin dejar rastro. Pero el problema es que muchas de las acusaciones se basan en testimonios recogidos bajo tortura o en confesiones forzadas, lo que hace difícil discernir cuánto hay de verdad y cuánto de mito.
El arresto y juicio de la Condesa
En 1610, tras años de sospechas, el rey Matías II de Hungría ordenó que se investigaran formalmente las actividades de Erzsébet Báthory. Un grupo de oficiales, liderado por el conde György Thurzó, irrumpió en el castillo de Csejte. Lo que encontraron allí, según los informes de la época, fue digno de un infierno en la tierra: cuerpos mutilados, jóvenes torturadas y otras muertas que colgaban de las paredes. La escena, si bien podría haber sido exagerada para aumentar el horror de su figura, selló el destino de la condesa.
Erzsébet fue arrestada, pero debido a su estatus nobiliario y a su relación con importantes figuras de la aristocracia, no fue llevada a juicio público. En lugar de ello, se celebró un proceso a puerta cerrada donde se recopiló el testimonio de decenas de testigos, muchos de los cuales la acusaron de haber asesinado a más de 600 jóvenes. Aunque el número parece descomunal, ha sido aceptado como parte de la leyenda.
A diferencia de otros condenados por crímenes similares, Báthory no fue ejecutada. El conde Thurzó, consciente del impacto que tendría juzgar a una noble de su categoría, decidió que el castigo más apropiado sería encerrarla en su propio castillo. Así, en una decisión que algunos vieron como indulgente y otros como una especie de justicia poética, Erzsébet fue confinada en una habitación sellada, con tan solo una pequeña abertura para recibir comida y agua.
El final de la Condesa Sangrienta
Durante cuatro años, la condesa permaneció aislada en su castillo, sin contacto humano. Murió en 1614, y su cadáver fue hallado en completo silencio. Algunos dicen que pasó sus últimos días negando las acusaciones en su contra, insistiendo en que todo había sido una conspiración para despojarla de su fortuna. Sin embargo, su figura ya había quedado manchada para siempre como la de una asesina despiadada.
El caso de Erzsébet Báthory ha sido objeto de debate durante siglos. Algunos historiadores sugieren que las acusaciones fueron exageradas o incluso fabricadas por sus enemigos políticos. Después de todo, era una mujer poderosa en un mundo dominado por hombres, y la mejor manera de eliminar a una rival era destruyendo su reputación. Pero, incluso si se considera que la historia ha amplificado sus crímenes, no hay duda de que algo oscuro acechaba en el castillo de Csejte.
Un legado manchado de sangre
Hoy, la figura de Erzsébet Báthory sigue inspirando miedo y fascinación. Se han escrito libros, realizado películas y creado obras de teatro sobre su vida, convirtiéndola en un símbolo de la obsesión por la juventud y la crueldad sin límites. Su castillo, aunque en ruinas, todavía atrae a aquellos que desean caminar por los pasillos donde la Condesa Sangrienta reinó con mano de hierro.
El misterio que rodea a Erzsébet Báthory no se resolverá fácilmente. Quizás, como sucede con otras figuras legendarias, la verdad y la ficción se han fusionado de tal manera que es imposible separarlas. Pero una cosa es segura: la condesa dejó una marca imborrable en la historia, una marca que perdurará, tal como ella deseaba… aunque no de la forma que había imaginado.
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