Hacer de algo ordinario una obra extraordinario es un don al alcance de pocos. Convertir chatarra en escultura digna de admiración, es una habilidad que Carlos Funes domina a la perfección.
Por si no te parece suficiente, su sensibilidad artística no acaba aquí, la escritura que desarrolla, acompaña en ocasiones sus esculturas, toda una oda a la imaginación.
Radiografía de un artista contemporáneo
Siempre me ha resultado muy interesante cómo funciona la mente de un artista, de donde sale esa sensibilidad que le lleva a crear obras magníficas en cualquiera que sea su campo, escultura, escritura, pintura, etc.
Carlos Funes, afincado en Freyre (Córdoba, Argentina), es escultor y escritor. En el campo de la escultura, realizada obras exclusivamente con chatarra, dando una segunda vida a objetos abandonados por el tiempo.
Si no es suficientemente laborioso e ingenioso construir belleza a partir de elementos decadentes, de su mente brotan relatos literarios que plasma tanto en escritos como el libros.
Cuenta con un libro publicado denominado El Caminante, y actualmente ha concluido otro que pronto verá el mercado, donde los personajes, objetos y sus hazañas están basados en esculturas que ha creado, ¿no te parece maravilloso?
Relato: el bicicletero
Entre sus esculturas, me resultó particularmente entrañable el bicicletero, que cuenta con un relato precioso del propio autor:
“Entre manubrios y ruedas,
entre pedales y asientos,
encontraba la manera
de generar movimiento.
Para viajar por las nubes,
meca de esparcimiento
y demostrar que se sube
a través del pensamiento”.
Con la música en su alma
y la magia entre sus dedos
en un paisaje de calma
vivía un bicicletero.
En su taller trabajaba
con dedicación, con esmero
y aunque las horas pasaban
lo que no pasaba era el tiempo.
Por momentos se escuchaba
una música de concierto,
todo alrededor vibraba
al son de dulces arpegios.
Esto a todos intrigaba,
así como también los silencios
cuando los transportes dejaban
solamente instrumentos.
En piezas únicas las trocaba
uniendo encajes perfectos,
con sus llaves ajustaba
los distintos elementos:
para el manubrio, las flautas
y para el cuadro, dos chelos,
las ruedas eran de arpas
y de un tambor el asiento.
Cada vez que un rayo se ajustaba
un arpa en sonaba en espejo,
cada uno se afinaba
según el mandato del viento.
Cada modelo esperaba
por el cliente correcto,
que en puño y letra llenaba
un particular requerimiento.
Cada bicicleta entregada
se hacía con el condicionamiento
de que para paseo se usara
y para recorrer los sueños.
Cada ser que pedaleaba
seguro vivía contento,
pues su bicicleta ensamblada
servía para andar por los cuentos.
La luna también se sumaba
y le ponía suspenso
porque era la rueda y las alas
del sendero en firmamento.
Allí ella iluminaba,
con su magia aquel paseo
que en cada luna mostraba
en su andar, el bicicletero…
Conoce más al artista, Carlos Funes
Si no sabías antes de este artista de la escultura y la escritura, te recomiendo ir a su cuenta de Instagram pulsando aquí y ver su trabajo. Si te quedas con ganas de más, puedes contactar con él en su dirección de correo electrónico.
¿Se puede describir mejor? Sí, el autor de el bicicletero realiza definiciones poéticas, en este caso, el círculo:
El círculo es una línea
que sale a dar una vuelta,
con orígen y destino
en una forma perfecta.
Es lo que dibuja al sol
en su amanecer y en su puesta,
es la pregunta que sale
y que encuentra su respuesta…
Encuentro que es espectacular, construir belleza de objetos que aparentemente ya no tienen utilidad, darles una segunda vida, y ponerles voz. Es algo extraordinario! ¿Qué opinas al respecto? Déjame un comentario, te leo!
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