Salimos tarde a explorar, asuntos importantes que se acabaron resolviendo nos tenian pendientes, de hecho, pensábamos que esta semana no íbamos a buscar abandonos.
Nos apetecía ir a hacer campo. Nos gusta. Es cansado y sin garantías de éxito, sin embargo, es una de las actividades que más nos gratifica de la exploración.
Salir con un puñado de banderitas verdes en el mapa e ir de ubicación en ubicación preguntándonos que nos depararán esas coordenadas, nos fascina.
Fuimos a una zona de interior, donde en pleno invierno, el frío pega con fuerza. Las temperaturas estaban bajo cero y el terreno tenía placas de hielo. Suerte que vamos bien abrigados y el clima nos acobarda lo estrictamente necesario, sino, ¡no habría visitado ni una casa!
La primera y segunda banderita verde de Google Maps no nos dejaron nada que mereciera la pena, así que cambiamos la marca a un “FAIL” y pusimos unas notas para acordarnos en un futuro del resultado del chequeo.
Nos dirigimos a la tercera bandera.
“Gira a la derecha” nos dijo la voz que tanto conocemos de Google Maps.
Nos adentramos en un camino de tierra, esos que tanto nos gustan, esos que a tantos lugares hermosos nos han llevado.
Fíjate lo curioso, no sólo disfrutamos de los abandonos, el hecho de ir por sitios perdidos, escondidos, llenos de naturaleza, luz y contraste de colores nos parece parte del encanto de la exploración.
Íbamos tan felices transitando el camino de cabras entre baches, pedruscos y cuidado para no fastidiar los bajos del coche, cuando un alambre electrificado para cortar el paso a los animales nos impide avanzar.
¡Oh shit!
Nos tocaba aparcar “de cualquier manera” donde pudiéramos y echar una caminata que oye, no nos desagrada.
Tuvimos la suerte de dejar el coche razonablemente bien aparcado, de forma discreta y sin cortar ningún paso por si casualmente, algún otro vehículo se adentraba por la zona.
Iniciamos la marcha. 30 minutos por unos senderos resbaladizos por el hielo, pero con unas vistas espectaculares. Disfrutamos muchísimo del camino, charlando animadamente y fantaseando con lo que podíamos encontrar.
Paso a paso, llegamos a la masía.
WOW
Una estructura espectacular se alzaba ante nosotros. Una flipada. Nos dirigimos a la puerta principal y ops! Abierta!
Con un rápido paseo, vimos que se trataba de una masía austera con poco espacio para lujos a diferencia de otros caserones que hemos visitado, todo apuntaba a una humilde familia trabajadora del campo y ganadería, atendiendo a los terrenos que rodeaban la casa y los espacios anexos que estaban en muy mal estado.
La construcción es del siglo XIX según indicaba una fecha grabada en una de las ventanas. Es muy habitual que en aquella época se grabase la fecha en la puerta o alguna ventana, aunque a veces esta fecha corresponde a la finalización o una ampliación de la casa.
Como curiosidad, te diré que ¡no vimos el baño! Probablemente, una letrina … quizá estaría en alguna zona en mal estado que no visitamos.
Lo que si resultó una sorpresa, fue encontrar una chimenea en perfecto estado, un horno magnífico de piedra, dos cocinas antiguas de leña … ¡DOS! Y una cocina de hace varias décadas.
¡PRECIOSO!