Nacida en 1818 en una de las familias más acaudaladas de Richmond, Virginia, Elizabeth Van Lew parecía destinada a llevar una vida cómoda y convencional. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil en 1861 cambió su rumbo de forma radical. Si bien su entorno social y familiar apoyaba a la Confederación, Elizabeth siempre había sentido una profunda aversión hacia la esclavitud. Al estallar el conflicto, decidió utilizar su posición privilegiada para servir como espía de la Unión, convirtiéndose en una de las figuras más fascinantes y astutas de la guerra.
La vida de Elizabeth Van Lew como espía comenzó de manera sigilosa. Al principio, ofrecía ayuda a prisioneros de guerra de la Unión encarcelados en Richmond. Llevaba comida y ropa, con lo que construyó lazos con los cautivos y estableció una red de contactos. Sin embargo, su verdadera genialidad radicó en cómo consiguió establecer una red de espionaje operativa y secreta en el corazón mismo del territorio enemigo, algo que muy pocos lograron con tanto éxito.
La red de espionaje que desmanteló la Confederación
La mansión de los Van Lew se convirtió en el centro neurálgico de esta red de espionaje. Aunque era observada con recelo por algunos vecinos y oficiales confederados, Elizabeth supo ocultar sus actividades bajo la apariencia de una dama sureña leal. De hecho, llegó a emplear a Mary Bowser, una antigua esclava a la que había liberado, como espía dentro de la Casa Blanca Confederada. Bowser, con una memoria prodigiosa, logró obtener información de reuniones privadas que luego era enviada a Van Lew, quien la transmitía a los líderes unionistas mediante mensajes codificados y escritos con tinta invisible.
Elizabeth desplegó toda su creatividad para comunicarse con sus contactos. Algunos mensajes iban escondidos en la costura de los vestidos, otros en huecos de muebles o incluso en huevos con la cáscara marcada con símbolos que solo ella y sus aliados entendían. Su astucia llegó al punto de organizar la fuga de prisioneros del ejército de la Unión, guiándolos hacia la seguridad de las tropas federales. Era como si cada rincón de su casa y cada paso que daba estuviera planeado con precisión militar.
La mujer más odiada de Richmond
El trabajo de Elizabeth Van Lew no pasó desapercibido para la Confederación. Pronto, se corrió la voz de que la «loca Bet», como la apodaban despectivamente, era una traidora y una espía a sueldo de los yankees. Aunque no lograron capturarla, las sospechas pesaban sobre ella. Aun así, su valentía no disminuyó y siguió enviando información crucial a los generales de la Unión, quienes comenzaron a llamarla la «ángel de los prisioneros» y la «reina del espionaje».
En 1864, cuando Richmond comenzó a sufrir la presión del ejército de la Unión, Van Lew se mantuvo firme en su misión. Se dice que llegó a pasar información clave al general Ulysses S. Grant sobre los movimientos de las tropas confederadas, lo que permitió a las fuerzas federales planificar la ofensiva que llevaría a la caída de Richmond en 1865.
Cuando las tropas de la Unión finalmente tomaron la ciudad, Van Lew fue recompensada por su servicio. Sin embargo, en su hogar, donde una vez había sido vista como una dama respetable, fue repudiada por sus vecinos y familiares. Para ellos, Elizabeth era una traidora que había vendido a su propia gente por una causa ajena.
El ocaso de la reina del espionaje
Después de la guerra, Elizabeth Van Lew recibió un cargo en la Oficina de Correos de Richmond como reconocimiento por sus servicios. Sin embargo, su vida se tornó cada vez más solitaria. La misma ciudad que había ayudado a liberar la despreciaba. Pasó sus últimos años viviendo en la pobreza, sostenida solo por una pequeña pensión que le otorgó el gobierno de los Estados Unidos. Murió en 1900, casi olvidada por completo por una nación que se había beneficiado enormemente de sus esfuerzos.
No fue sino hasta décadas después que los historiadores redescubrieron su historia y comenzaron a valorar su verdadero aporte. Elizabeth Van Lew no fue una traidora, sino una mujer valiente que, a pesar del rechazo y el peligro, luchó por sus principios y se convirtió en una de las espías más exitosas de la historia de los Estados Unidos.
Un legado de valentía y astucia
Hoy, el nombre de Elizabeth Van Lew se menciona junto a los grandes espías de la historia. Su legado no radica solo en la información que proporcionó, sino en la forma en que demostró que, incluso en una época donde las mujeres eran consideradas inferiores y limitadas a ciertos roles, podían ejercer un impacto determinante en el curso de los acontecimientos.
La mansión de los Van Lew, donde una vez se fraguaron los planes más intrincados de espionaje, se ha convertido en un sitio histórico donde la gente acude para conocer la historia de la «loca Bet», la mujer que desafió a la Confederación desde su propia sala de estar. Elizabeth Van Lew nos recuerda que la guerra no se gana solo en el campo de batalla, sino también en las sombras, donde la información y la astucia pueden ser armas más poderosas que cualquier fusil.
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