Desgarradora historia de esta casa abandonada con todo dentro

Desgarradora historia de esta casa abandonada

Antón se levantó temprano por la mañana, como siempre lo hacía. Algo le decía que ese día no iba a ser como cualquier otro. Hoy era el día en que moriría su esposa, María, quien había sido su compañera durante más de 65 años. Antón no tardó en seguir sus pasos. Con él, quedó su casa abandonada.

Antón recordaba el día en que se enamoró de María. 

Abril, 1914. Era una mañana cualquiera de domingo. El sol estaba presente y a pesar del clima fresco del norte de España, la temperatura era muy agradable.

De repente, apareció aquella jovenzuela de 14 años charlando distraída con unas amigas por las calles del pueblo, adelantadas a sus padres.

Llevaba un vestido color crema anudado por la cintura con una tela negra a modo de cinturón que ensalzaba su figura.

Como no podía ser de otra forma, se dirigía a la iglesia como cada domingo.

Algo pasó. 

A pesar que Antón y María se conocían desde pequeños al crecer en el mismo pueblo, nunca había sentido lo que sintió aquella mañana.

¿Sería la incipiente adolescencia? ¿Las hormonas? ¿La química?

Quién sabe, lo único seguro es que a Antón se le aceleró el corazón sin motivo aparente. Aunque en ese momento no identificó esa emoción, acababa de conocer lo que es el amor.

Cada vez que Antón salía por el pueblo, trataba de coincidir con María y charlar un rato. Siempre que la veía, le sucedía lo mismo, el pulso se le aceleraba. Hasta las mariposas habían comenzado a aparecer en su estómago.

No se la podía quitar de la cabeza.

Los años fueron pasando. Sus sentimientos no cambiaron.

Un buen día se preguntó: ¿le pasará a ella lo mismo que a mi? ¿seré correspondido, o me estoy haciendo daño con un amor imposible?

Sólo había una forma de descubrirlo … un acercamiento. Verbal, claro. Los inicios del siglo pasado no era precisamente una época en que los temas de amorío se hablase como en la actualidad … joder, ¡si hasta permiso había que pedir a los padres de la pretendida para cortejarla sin recibir un garrotazo!

Ya habían pasado 4 años desde aquella primera taquicardia de Antón. Entre charla y charla, los jovenzuelos se habían convertido en adultos.

La complicidad de ambos era firme, el universo se había aliado para que Antón y María se convirtieran en uno para afrontar lo que el destino les deparaba, pero primero, había que cumplir las reglas sociales. 

La pedida de mano. La aprobación formal. La autorización paternal en un acto reprobable hoy en día en el que antiguamente se hacía un traspaso de “poderes” de la autoridad patriarcal sobre la novia hacia su futuro marido.

El noviazgo era oficial. La boda, un trámite cercano.

En 1923, Antón compró la casa en la que nos encontramos. Según las escrituras, solicitó un préstamo por valor de 5.130 pesetas, dando una paga y señal de 1,77 pesetas y pagando tasas por valor de 38,48 pesetas.

Por si no lo sabes, la peseta es la moneda en vigor en España antes de la entrada del Euro.

El matrimonio se dedicó al cultivo del campo. Trabajaron juntos la tierra para obtener el sustento de su familia. Era un trabajo duro que hacían con amor y dedicación ya que al final del día, siempre tenían su rincón secreto en el que encontrarse uno junto al otro y dar rienda suelta a sus pensamientos más profundos y cómo no, a sus pasiones.

Las cosas no iban mal, hicieron unos ahorros para vivir sin carencias, incluso se permitieron algunos lujos como un mobiliario exquisito, incluso un piano para amenizar momentos especiales.

Antón y María tuvieron tres hijos, dos mujeres y un niño. 

La hija mayor estudió en su provincia natal, se tuvo que enfrentar a algunas asignaturas exclusivas para mujeres de la época, como “Enseñanzas del hogar”. Otro de los hijos estudió la carrera de pedagogía en la facultad de Filosofía y Letras de Madrid. Desconocemos los estudios del tercer hijo.

Los polluelos acabaron volando del nido y Antón y María se quedaron solos.

Antón y María estaban orgullosos de sus hijos y de sus logros, pero a veces lamentaban la distancia que los separaba. La casa se sentía vacía sin ellos.

Con el tiempo, María comenzó a tener problemas de salud. Antón estaba a su lado en todo momento, cuidándola y asegurándose de que tuviera todo lo que necesitaba. Pero a pesar de sus esfuerzos, María marchó en 1996. Su funeral costó 71.690 pesetas, monto que consta a cargo de su hijo.

Antón se sintió devastado por la pérdida de la mujer que había sido su compañera durante prácticamente toda su vida. Una parte de él se hubiera ido con ella. Se quedó solo en la casa que habían compartido juntos durante tantos años hasta que su momento llegó.

Hace más de dos décadas que aquellos jóvenes que sintieron su corazón acelerado al mirarse, mariposas en el estómago cuando al rozar su piel y un amor profundo sobre el que construyeron una familia, dejaron la casa huérfana, sola, triste.

Ahora la casa se descompone.

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