Cada casas es un microcosmos, un pequeño refugio con su propia idiosincrasia, sus propias reglas en el que personas únicas, como somos todos, nos unimos, normalmente de forma voluntaria y decidimos desarrollar nuestra vida común. Estos refugios se acaban convirtiendo en un hogar, un lugar con personalidad propia que conserva en su interior, como si de un tesoro se tratase, nuestras vivencias más profundas.
Hay casa humildes, ostentosas, pequeñas, grandes, limpias, sucias, bonitas, horrorosas … Podríamos seguir un buen rato, pero da igual, porque a pesar de lo que caracteriza cada una de ellas, todas tienen algo en común, su propia historia y su propia personalidad.
No siempre logramos obtener respuesta a las preguntas más habituales que nos vienen a la cabeza cuando vemos casas deshabitadas y dejadas al libre albedrío, ¿qué ha sucedido? ¿por qué se ha quedado todo como está? ¿no se ocupan los hijos de la casa?
En estos casos, no tenemos más remedios para suponer qué puede haber ocurrido en el lugar y deducir acontecimientos según la documentación y objetos personales que vamos encontrando, cuando los hay.
De estas casa, hemos conseguido conocer algunos datos interesantes para hilar parte de su historia, y la vas a conocer.
La vivienda tiene muchos años de historia, más de 300. Sí, como lo oyes, más de 300.
En el siglo XVIII se construyó lo que se conoce como el cuerpo principal, es decir, el núcleo central de la casa sobre la que posteriormente, a medida que iba creciendo la familia y sus necesidades, se iban realizando ampliaciones.
Cabe destacar que este tipo de casonas se hacía directamente sobre el suelo, sin ningún tipo de cimentación, y sin más material que piedras, madera, tierra arcillosa, arena y cal. Aun así, eran verdaderas fortalezas que aguantan casi todo tipo de inclemencias de la naturaleza. A medida que se hacían ampliaciones, se utilizaban materiales más modernos y en muchas ocasiones se aprovechaba para reforzar la construcción inicial.
En sus orígenes, la familia se dedicaba a la agricultura y ganadería, uno de los medios de supervivencia muy habituales en la zona donde se encuentra la hacienda.
Los últimos descendientes que habitaron esta casa, a los que llamaremos la familia Pons, además de seguir trabajando el campo y mantener algunos animales en una pequeña granja, comenzaron a involucrarse activamente en las actividades sociales de la población, lo que llevó al Sr. Pons a implicarse en un partido político para colocarse en una posición que le permitiera cambiar las cosas y promover el desarrollo de la zona.
La implicación de los Pons en la vida política y social de su comunidad fue muy relevante, llegando al punto de convertirse en personalidades con un cierto poder y mantener relaciones de alto nivel, vamos a conocer la historia de los Pons.
El destino parecía jugar caprichosamente con Albert y Joana. Se empeñaba en crear el escenario perfecto para que acabaran juntos.
La que fuera una entrañable pareja que pasó su vida en mutua compañía, llegó a este mundo el mismo año, 1912. Esta coincidencia por sí misma, no parece muy relevante, pero si sumamos que nacieron no sólo en la misma ciudad sino también en el mismo hospital, la cosa comienza a ponerse interesante.
En un ejercicio de imaginación romántica, cada bebé podría estar escuchando cómo lloraba el otro sin saber que un día se casarían.
Albert creció junto a sus dos hermanos mayores en esta casa que ya llevaba más de 200 años acogiendo los vaivenes de sus generaciones anteriores.
Siguiendo las costumbres de la épica, Albert hizo la primera comunión cuando tenía 10 años. Como no podía ser de otra manera, Joana hizo lo propio, y atendiendo a los juegos del destino, coincidió con Albert el mismo día en la misma iglesia.
Claramente, sus vidas estaban encaminadas a cruzarse.
El tiempo iba pasando. Los trabajos de labranza en los terrenos familiares, tenían a Albert ocupado, sin embargo, las obligaciones militares de la época le llevaron a formar parte del ejército español justo el año que comenzaba la guerra civil, aunque no hemos encontrado constancia de su participación activa en el conflicto armado.
Albert y Joana, cuyas vidas habían discurrido en un curioso paralelismo, fueron enamorándose el uno del otro. Vivieron su noviazgo en la época en la que era recomendable que el hombre tuviera el visto bueno de los padres de la novia para cortejarla, y les pedía permiso para pedir la mano de su hija.
Contrajeron matrimonio con 32 años en la misma iglesia en la que coincidieron celebrando su primera comunión 22 años atrás.
Su vida discurrió en esta casa.
Mientras Albert se iba involucrando cada vez más en los asuntos sociales y políticos de la región, Joana parecía dedicarse a la confección, haciendo algunos elementos a ganchillo y otros con máquina de coser, donde probablemente contase con la ayuda de alguna otra persona.
La implicación de Albert con los asuntos socioeconómicos del lugar, le llevó a convertirse en alcalde, cargo que ostentó durante varias legislaturas. Concluyó su trayectoria política con el cariño de sus conciudadanos que reconocieron su impacto positivo en la zona con una placa conmemorativa.
Una vez jubilados, Albert y Joana continuaron participando de acontecimientos sociales, siendo parte activa de su comunidad hasta prácticamente sus últimos días.
A partir del 2008, no hemos encontrado documentación, así que presumiblemente sobre esa época dejasen este mundo con casi un siglo de vida a sus espaldas. Tampoco hemos encontrado constancia de descendencia directa, hecho que podría justificar que nadie se haya hecho cargo de la casa
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