Soledad
Los días eran horribles. Las noches, no eran mucho mejores.
Mientras la barcaza de vela se balanceaba de lado a lado siguiendo los caprichos del mar, Rómulo soportaba las largas horas en soledad, sin más compañía que el sonido del agua que parecía juguetear caprichosamente con el casco del barco, y algún que otro pez que de tanto en tanto asomaba unos instantes por la superficie.
La violencia del mar
Sensaciones
Bailando con la muerte
Esperaba no morir.